





Gemelos
Hill Rodríguez
Plenitud… Es la única palabra que define este instante: solo, rodeado por murallas de hielo centelleante, con el frío mordiendo los pulmones y abrazando cada poro de la piel. Aquí, en el vientre de la tierra, todo resuena. El crujir de los glaciares quebradizos, el murmullo del agua oculta bajo mis pies, el latido acelerado que repica en mis oídos como un tambor ancestral. Es un silencio que grita.
Alzo la vista y el horizonte se desdibuja en un azul desconocido, un matiz que ni el cielo ni el mar habían revelado antes. La luz danza sobre las grietas, tallando sombras y destellos, y algo en mí se estremece: una nostalgia por lo que aún no he visto, por lo que este mundo inmenso guarda en sus pliegues. Pero aquí, ahora, no hay pasado ni futuro. Solo este aliento helado que purifica, esta quietud que calma hasta el último rincón del alma.
Plenitud. No es paz, ni triunfo. Es la certeza de que, por un momento, todo encaja.
Hill Rodríguez
Plenitud… Es la única palabra que define este instante: solo, rodeado por murallas de hielo centelleante, con el frío mordiendo los pulmones y abrazando cada poro de la piel. Aquí, en el vientre de la tierra, todo resuena. El crujir de los glaciares quebradizos, el murmullo del agua oculta bajo mis pies, el latido acelerado que repica en mis oídos como un tambor ancestral. Es un silencio que grita.
Alzo la vista y el horizonte se desdibuja en un azul desconocido, un matiz que ni el cielo ni el mar habían revelado antes. La luz danza sobre las grietas, tallando sombras y destellos, y algo en mí se estremece: una nostalgia por lo que aún no he visto, por lo que este mundo inmenso guarda en sus pliegues. Pero aquí, ahora, no hay pasado ni futuro. Solo este aliento helado que purifica, esta quietud que calma hasta el último rincón del alma.
Plenitud. No es paz, ni triunfo. Es la certeza de que, por un momento, todo encaja.
Hill Rodríguez
Plenitud… Es la única palabra que define este instante: solo, rodeado por murallas de hielo centelleante, con el frío mordiendo los pulmones y abrazando cada poro de la piel. Aquí, en el vientre de la tierra, todo resuena. El crujir de los glaciares quebradizos, el murmullo del agua oculta bajo mis pies, el latido acelerado que repica en mis oídos como un tambor ancestral. Es un silencio que grita.
Alzo la vista y el horizonte se desdibuja en un azul desconocido, un matiz que ni el cielo ni el mar habían revelado antes. La luz danza sobre las grietas, tallando sombras y destellos, y algo en mí se estremece: una nostalgia por lo que aún no he visto, por lo que este mundo inmenso guarda en sus pliegues. Pero aquí, ahora, no hay pasado ni futuro. Solo este aliento helado que purifica, esta quietud que calma hasta el último rincón del alma.
Plenitud. No es paz, ni triunfo. Es la certeza de que, por un momento, todo encaja.
Fotografía impresa Fine Art
Medida 30 x 36 cm
Enmarcada en madera sólida rosa morada
Cristal museográfico
2020 |